miércoles, 19 de noviembre de 2008

Dejando de lado las buenas maneras: La presentación de Ollanta Humala en Sociales

El martes 18 de noviembre a las 6:00 PM tuvo lugar en nuestra universidad un evento esperado por los estudiantes interesados en el acontecer político nacional: la presentación de Ollanta Humala en el auditorio de la facultad de Ciencias Sociales en el marco del evento Líderes políticos y jóvenes analistas. Para más de uno, inferiero, debía ser algo trascendente estar ahí y confrontar personalmente a quien ha sido de alguna forma la cabeza de la oposición a este gobierno. Los temores de pifias de parte de algunos me parecieron infundados, pues despues de todo esta es una universidad pluralista y democrática en que el mayor interés es el saber... también esperabamos un ambiente algo más distendido de parte de los organizadores: no es una tradición en esta universidad cerrarle las puertas a los estudiantes que se interesan en participar en un evento sea quien sea el que está hablando. Sobretodo cuando en el evento se anuncia que el ingreso es libre. Ello me fuerza a narrar este evento excepcional (no sería deseable que se volviese una regla, claro está) y a la vez referirme a algunas reflexiones que me suscita.

Los hechos

Debo reconocer que tengo la mala costumbre de llegar tarde a más de una ocasión como ésta. En este caso fue absolutamente inevitable. Compromisos urgentes debieron hacerme salir de la universidad dos horas antes del evento y regresé con poco tiempo, a hora punta, con microbuses que se rehusaban a recoger pasajeros y un tráfico atroz. De todos modos mi hora de llegada fue razonable: 6:25. Según me comentan en esos momentos el evento recién empezaban. Pero ahí mismo yo y otros recién llegados nos dimos con una desagradable sorpresa: un vigilante estaba plantado en la puerta y cerraba el paso a cualquiera que deseara asistir aduciendo que no cabía más gente en el auditorio y que a partir de cierta hora (al parecer 5 minutos atras) esos movimientos distraerían a los presentes. Se nos dijo que en el aula J201 estaba habiendo una videoconferencia del evento y que debíamos retirarnos allá. Al parecer muchos lo hicieron. En mi caso y de los que se quedaron ahí nos rehusamos. Era un evento demasiado importante como para verlo en una pantalla (también lo habríamos podido ver por la página de la PUCP si de eso se trataba) y sobretodo el cerrar las salas a la libre asistencia y mandar a quienes sobran aparte del resto me parece una mala costumbre, reñida con el ambiente distendido, libre y cordial que se supone que garantiza nuestra universidad y una facultad como Sociales. Por tanto habernos ido a J201 era en ese caso, a mí entender, una forma de justificar un mal orden. Aún así hubo más que eso, haberse negado por eso habría sido verdaderamente infantil. Lo que ocurría era que los organizadores incurrieron en una sucesión de actuaciones contradictorias y que denotaban una preparación deficiente de la conferencia que nos parecieron indignantes. Irnos en ese caso habría sido también darles la razón y aceptar que no pasaba nada.

Por un lado, como dije antes, la actuación de los organizadores pareció bastante inusual. Es verdad que había un número razonable de asistentes de pie o sentados en el piso (los primeros eran principalmente periodistas) y que Humala es una figura pública. Sin embargo, yo he asistido recientemente a eventos en el mismo auditorio en que el lleno era mucho mayor (en más de un Viernes Económicos no ha cabido un alfiler y no ha parecido haber problema con ello) y con personalidades políticas del mismo peso (como una conferencia con Jorge del Castillo y el director de El Comercio, Francisco Miroquesada Rada) y en ellas no se vieron restricciones de este tipo. Por lo que he podido ver el auditorio de Sociales tiene fama de ser un espacio distendido y libre donde la gente puede llegar en cualquier momento, sentarse o pararse en los pasillos si no hay asientos y donde este protocolo difícilmente varía si se trata de una autoridad o de un profesor de nuestro centro. Es lógico, en esta universidad no somos vándalos, la democracia interno tiende a funcionar porque la mayoría de nosotros practica un ethos democrático dentro de la institución porque tenemos la formación para valorar el diálogo y podemos esperar un mínimo respeto nuestros derechos y reclamos de parte de las autoridades. Pero parece que todo esto se sacrificó en esta ocasión y la inconsistencia, en mi caso, resultó bastante chocante.

Uno llega tarde y no se preocupa por el sitio porque no se le ha impuesto la costumbre de no hacerlo. Y no es una conducta a la que se puede obligar de la noche a la mañana sin esperar desconcierto. Pero si se observa que ha habido un riguroso celo por respetar normas particularmente estrictas se entiende esta actitud como coherente y razonable. Pero no hubo nada de eso: a lo largo del evento salieron más de 60 asistentes y al final sobraban asientos. En este caso parecía no haber problema con la incomodidad que causaba el continuo movimiento de personas que al parecer no tenían tanto interés por la conferencia como los no más de 10 que pacientemente esperábamos afuera. Pero eso no fue todo, no sólo no tuvieron problema para dejar salir a cuanto quisiese sino que dejaron ingresar casi al mismo número de quienes estaban afuera: 5 estudiantes de Ciencia Política, dos o tres profesores y similar número de periodistas. Me atrevería a decir que el trato era francamente discriminatorio. Es cierto que entre los que se quedaban afuera había varios estudiantes de San Marcos -sospecho que su apoyo al reclamo de quedarnos se debió más al radicalismo más deshinibido de su medio que a la voz de la razón-, pero también había estudiantes de la universidad que sufrieron este atropello y que pudieron ver que al parecer en esta ocasión algunos dentro de la comunidad universitaria valen más que otros. Otra flagrante contradicción y desagradable sorpresa debo agregar por cierto.

Toda esta cadena de hechos, naturalmente, nos causó indignación. Posiblemente si la realidad fuese otra no habríamos reclamado. Si a alguien se le acostumbra a que es natural y aceptable sufrir este trato lo más probable es que se quede callado, temiendo las represalias por hacer lo contrario. Pero si a uno se le enseña a tener espíritu crítico, buscar el diálogo y la horizontalidad uno espera lo mismo y no que de un momento a otro se le coloquen barreras al libre despliegue. En esta situación la actitud de los organizadores ayudó muy poco. Mostraron en general estar cerrados al diálogo y negarse a soluciones aceptables. Sus argumentos pudieron resumirse en dos frases: las reglas las pone la casa y hay que respetar las jerarquías, lo cual, junto con el mandar de hacer callar a cualquiera que intentase contraargumentar muestra una inquietante actitud autoritaria. En algún momento se nos dijo que no podíamos pasar por razones de seguridad pues el lleno del local nos haría peligrar (es extraño que no hayan mostrado semejantes escrúpulos antes). Toda su propuesta se redujo a hacernos pasar a J201 a ver la videoconferencia, algo que era ilógico pues si nos habíamos quedado ahí era justamente para buscar otra solución. Por último se me invito, como representante estudiantil, a pasar a hablar el día siguiente personalmente con la decana, cosa a la que, debo decir, me he rehusado, por la actitud hostil con la que se hacía la invitación y, sobretodo, por el hecho de que sólo estoy obligado a responder ante las autoridades de mi propia facultad. Sin embargo, aún esos momentos de diálogo fueron muy escasos, la única respuesta real a nuestras demandas fue poner un vigilante más en la puerta y hacer que nuestras protestas chocasen como contra una pared frente a nuestros únicos interlocutores: seguridad. También debo agregar, con gran preocupación, que, en un momento, uno de los vigilantes nos estuvo tomando fotos (¿es que se nos quiere fichar como alborotadores?)

Al final lo único que logramos fue hacer un escándalo. En varias ocasiones en que la puerta se abría para que saliese más y más gente hacíamos tumulto y nuestra discusión y frases frente a los de seguridad y las autoridades degeneraron en ciertas expresiones altisonantes a las que no soy ajeno. Y eso es algo muy lamentable. Yo no me considero un amante del alboroto ni deseo la confrontación con las autoridades. Este tipo de situaciones se dan cuando se cierran las puertas al diálogo y se la reemplaza por la sordera oficial o la represión. En esos momentos, cuando los argumentos racionales no valen, lo único que queda es la agitación, la forma más primitiva y contraproducente de discusión. Se puede disculpar que haya habido fallas y omisión de información en la organización del evento, lo que resulta imperdonable es que en ningún momento se las haya querido reconocer. De este modo al final perdemos todos: el tumulto en un medio como éste no le hace daño. El prestigio de la universidad sufre y el de los que protestamos también. Son las consecuencias de que se nos trate como súbditos irracionales y no como iguales. Eso pasa mucho en nuestro país pero si se da incluso en nuestra universidad, que debería dar el ejemplo, las cosas resultan en verdad bastante desesperanzadoras.

¿El poder o la apertura en los claustros?

Deseaba meditar brevemente por el hecho que puede haber llevado a que los organizadores hayan llegado a actuar con este celo tan desproporcionado en esta ocasión. En muchas ocasiones se han presentado políticos y líderes importantes en el país. En todas ellas -incluso en la un tanto agitada conferencia de Jorge del Castillo en Letras- imperó un ambiente de distensión en que la universidad no se andaba dando el trabajo de controlar de ese modo los movimientos de los estudiantes. Si siempre ha sido así y nadie ha tenido corona, ¿por qué en la visita de Ollanta Humala se hace exactamente lo contrario? Más que un evento académico y participativo el protocolo parecía el de un solemne acto político de homenaje al líder de un partido ¿Será que los organizadores han preferido causar una buena impresión en Humala que en tener consideración para con nosotros? Sería una forma de mostrarle que tan lejos están dispuestos en llegar asegurándole un trato especial, diría pleitesía. Por el comandante se coloca seguridad, se hacen respetar rígidos horarios y se acallan las protestas de quienes no se esperan tantos formalismos. No sería descabellado pensar que ha habido una intención más allá de lo meramente intelectual. Después de todo, Humala tiene buenas posibilidades de ganar las próximas elecciones en el 2011. El estudiante de Sociales Javier Martell, director de El Estandard Social me comentó de las inusuales reparos que tuvieron los organizadores que le impidieron filmar el evento a pesar de ser periodista -cosa igualmente inusual según me dice- y aprovechó precisamente para preguntarle a Humala a la salida de la conferencia sobre cómo muchos académicos que no lo apoyaron en el 2006 ahora aparecían muy entusiastas frente a su causa. Y no está de más decirlo, más de uno de esos académicos, de nuestra casa de Estudios y vinculado a la organización del evento, ha estado participando activamente en actos políticos del Partido Nacionalista y mostrado un notable acercamiento a su líder. Quizás eso explique que a la salida del evento uno de ellos lo protegiese de las preguntas inoportunas -incluidas las de algunos de los que estaban afuera- y lo siguiese a todos lados o la recepción privada que tuvo dentro de la facultad, donde quien sabe qué se haya discutido. Yo no le tengo hostilidad a Humala y tampoco le guardo resentimiento por los inconvenientes de su presentación pero sí comparto los reparos que un sector de nuestra sociedad siente cuando grupos de intelectuales sin mayor representatividad política empiezan a ocupar puestos de confianza en el Estado, como sucedió en el gobierno de Toledo. A eso se refiere el sentido común cuando habla de los caviares y es legítima la crítica a toda cooptación de la voluntad popular. Esto aún más cuando puede tener efectos en el programa y discurso del nacionalismo, llevando al poder propuestas que no fueron las que apoyaron sus bases y, de algún modo, traicionándolas.

Lógicamente mis temores podrían ser infundados. Pero de todas maneras algo queda en el aire. Algo que no parece estar andando del todo bien. En los últimos tiempos se sienten ciertos signos de una actitud menos democrática dentro de nuestra universidad. Hay aspectos macro como que varios miembros en el consejo universitario sean nombrados por el rector y no elegidos por los estudiantes -REAS- ni los profesores -decanos-, que este consejo tome algunas decisiones importantes como la construcción del campus este sin dar cuenta a la asamblea. Y también hay aspectos micro, como el cierre o las trabas a la actividad cultural de los estudiantes en nombre de la salvaguardia de los derechos de autor por la DAES, la mayor centralización y pierda de poder de los estudiantes en muchos aspectos de la vida académica o el que en las conferencias, en que se supone que el acceso es libre, se cierre el paso ni bien empiezan y se las cerquen con agentes de seguridad.

Por ello es deseable que lo que ha sucedido en esta oportunidad en el auditorio de Sociales no se repita en más instancias de la vida universitaria y el diálogo vaya cediendo paso a la imposición y la mano dura. No somos la universidad que somos y no hemos luchado por su independencia frente a ciertos poderes fácticos por cosas como esas. Se necesita, por tanto, evitar que estas situaciones vuelvan a repetirse pero no con represalias o más vigilancia sino reconociendo los errores y procurando un cambio de actitud que procure el real respeto a la vida democrática y la equidad. He debido dar mi versión de los hechos lo antes posible para que no se me malinterprete y se crea que obre por puro capricho o irracionalidad. Aún así reconozco con humildad que por momentos me dejé llevar por la exhaltación del momento y que mi conducta no fue la más apropiada. Lo mejor por ello es prevenir que situaciones como éstas donde la razón cesa de actuar puedan estarse dando. Espero, por tanto, con vocación de preservar la buena salud de nuestra institución que nuestras autoridades también reconozcan el error de los organizadores y rectifiquen prontamente las fallas y atropellos que se han visto, garantizando una organización más eficiente y abierta en ocasiones similares y pidiendo disculpas por lo acontecido.