jueves, 17 de julio de 2008

Comentarios sobre la prohibición de fumar en el campus

Ayer apareció un comunicado donde se anunciaba la aplicación en nuestra universidad del Reglamento de la Ley N ° 28705, la Ley General para la Prevención y Control de los Riesgos del Consumo del Tabaco que que –entre otras medidas– prohíbe fumar en áreas abiertas y cerradas de establecimientos públicos y privados dedicados a la salud y a la educación. En el comunicado se anunciaba que, en ese sentido se prohibiría fumar en cualquier espacio, abierto o cerrado, al interior de nuestro campus. Debo confesar que yo no soy fumador y que esta medida no me afecta en realidad en lo más mínimo. Sin embargo, varios amigos aficionados al cigarro me pidieron decir y hacer algo al respecto de algo que consideraban demasiado riguroso y un atropello a sus derechos. Como representante en el Consejo de Letras y teniendo en cuenta mis principios de justicia he decidido pronunciarme cuanto antes sobre el tema.

Un enunciado liberal es que uno puede hacer lo que desee siempre y cuando no haga daño a los demás, ¿el cigarro es tan dañino como para violar la libertad de consumirlo? Que yo sepa han sido los liberales los más entusiastas en llevar adelante esta clase de leyes aunque parezca una contradicción insalvable con sus principios. Después de todo, ¿qué hace al cigarro peor que el alcohól y la marihuana? No soy un entendido en el tema pero me cuesta creer que por estar a unos metros de gente que está fumando en un jardín o frente a una fotocopiadora estemos expuestos a un especial peligro. Del mismo modo, dudo de que el humo de los cigarros dentro del campus pueda ser tan intenso como para producir daños drásticos en el medio ambiente. En realidad los únicos que sufren los efectos del tabaco son los propios fumadores pero, ¿cuántas cosas habría que prohibir con ese argumento?

Francamente todo esto me parece discriminación abierta contra los fumadores. Las campañas "educativas" y medidas como éstas llevan a que se les estigmatize y se les excluya del espacio público. Al paso que vamos sólo se les permitirá fumar en sus casas y eso con suerte, ¿y no están los progres contra toda forma de discriminación? En una sociedad democrática existen una serie de libertades y bienes básicos que no pueden ser dejados de lado para obtener otros secundarios. Aquí en nombre de un bien secundario como es un concepto bastante abstracto de bienestar y de una libertad igualmente secundaria (la de estar libre en todo momento de oler o mirar humos molestos) se sacrifican nada más y nada menos que otro bien como el de la igualdad de derechos y el libre uso del espacio público. No digo que vayamos camino a un Estado policial pero esta clase de regulaciones son más dignas de uno que de un sistema democrático que se respete. De hoy en adelante los que fuman son profesores y alumnos de segunda clase y deben ser castigados por "joderse los pulmones".

A pesar de todas mis críticas creo que esta ley es más producto de un uso deficiente del lenguaje jurídico que de una sincera voluntad represora. El problema es que se ha confundido colegios con universidades en el amplio término de "centros educativos". Olvidan que la universidad no es exclusivamente un centro educativo (como un hospital sí es un centro de atención sanitaria) sino un espacio esencial de vida social para los que estamos en esta etapa de nuestras vidas y que privarnos de su disfrute es algo a lo que no tienen el derecho moral. Dentro de un colegio tiene cierta validez no dejar que los alumnos fumen, pues son instituciones con deberes formativos. En cambio las poblaciones universitarias se destacan por sus fumadores. Sacarlos del panorama es como si dejasen de haber jueves culturales, conciertos o gente vistiéndose como le de la gana.

Así como está la medida es absurda. A pesar de todo lo dicho no estoy siquiera en contra de que sea saludable que haya prohibición hasta cierto punto. En espacios cerrados como aulas, bibliotecas o auditorios es lógico que exista pues la acumulación de humo sí puede molestar a los no fumadores. Al aire libre, en cambio, uno es libre de alejarse de los fumadores, no hay necesidad de echarlos a la calle (sólo faltaría que se les prohibiese también en la calle). La solución es sencilla: que se aplique la norma en aulas y lugares cerrados pero que se dejen las áreas libres (en otras palabras, que las primeras sean áreas de fumadores y las segundas de no fumadores). Al final de toda esta reflexión me parece la alternativa más razonable y como miembro del consejo haré cuanto esté en mis manos para trabajar con mis colegas en apoyar toda propuesta en este sentido.

Considero que el reglamento tal como está resultará inaplicable en nuestro campus. No sólo los estudiantes fumadores buscarán tenazmente sus nichos para fumar sino también los profesores, ¿alguien ha pensado en prohibirles fumar dentro de sus oficinas? Porque por un lado es difícil considerarlas como lugares públicos y por otro sería una invasión demasiado descarada a su privacidad que se metan a imponerles esa norma. Lo más probable entonces es que sean los profesores y las propias autoridades los primeros en violarla, ¿Salomón Lerner no es por ejemplo aficionado al cigarro?. En el fondo eso no tiene nada malo sólo que es lamentable que los estudiantes no tengan la oportunidad de ocultarse al igual que ellos en las largas horas en la universidad pero fuera de las aulas. Por tanto lo menos que se esperaría que hagan cuantos se sientan afectados sería que se movilizen para defender sus derechos. Lo contrario no haría honor a nuestra reputación de alumnos comprometidos y pluralistas, ¿si no vamos a hacer nada cuando nos discriminan por fumar qué haremos cuando el cardenal trate de invervenir nuestra universidad?

domingo, 13 de julio de 2008

El afan de ganar más: rechazan pedido de Letras de no aumentar número de ingresantes

En mis dos primeras en el consejo surgió un tema de especial interés para toda la universidad. Lo que resultó de él fue bastante revelador de cuáles son las prioridades de quienes conducen la Católica. Temo que no pocos compartirán mi malestar al leer esta noticia.

Hace unas semanas Fidel Tubino, decano de Estudios Generales Letras presentó a la Oficina Central de Admisión una propuesta para mantener en 1400 el número de ingresantes para el 2009 (una cifra ya de por sí bastante alta) y de aumentar la cuota de los ingresos por ITS y Tercio Superior, que son las que reciben gente con mayores calificaciones. La propuesta fue aprobada por la oficina. Nuestra primera sesión como consejo el 3 de julio empezó precisamente tratando ese asunto y estuvimos de acuerdo por unanimidad en no aumentar el número de vacantes. Esperábamos que se tomase en cuenta nuestra preocupación. Sorpresivamente en la siguiente sesión del 10 de julio se nos dijo que el día anterior se había rechazado la iniciativa en el consejo univeritario, de hecho aparte de nuestro decano y de los representantes estudiantiles en la instancia (que no son un tercio de los miembros como reclamamos) nadie votó en contra del aumento, a pesar de los arguementos presentados por la Oficina de Admisión. El plan es aumentar el próximo año en 150 el número de ingresante sólo a Letras (en el caso de Ciencias podemos esperar lo mismo o más) y serían otros 150 más cada año.

¿Qué motiva a la universidad a seguir incrementando su alumnado aún contrariando la opinión de sus Estudios Generales? Según se nos dice es para realizar obras como la ampliación de la Biblioteca y del Comedor Central pero, ¿el problema con éstos no es acaso y en primer lugar el exceso de estudiantes? La infraestructura de Letras pasa por crecientes dificultades para afrontar el flujo de estudiantes: se hacen colas en las fotocopiadoras, faltan aulas, las salas de cómputo y de estudios no se dan abasto. A nuestra facultad no se le han dado, como ha dicho nuestro decano, el tiempo ni los recursos necesarios para adaptarse a éste crecimiento, ¿cuándo estarán haciendo un tercer piso por ejemplo? Sin embargo, los problemas más serios no pasan por la infraestructura sino por la superestructura. Con ésto me refiero a que no alcanzan profesores para cubrir la demanda académica. El resultado: se recurre a cientos de profesores contratados y no titulados sin la preparación adecuada para dictar y los docentes más antiguos -sobretodo los de Humanidades- no se dan abasto para dictar los numerosos cursos que se les asignan, eso sin contar la necesidad de contratar más personal administrativo para atender los servicios crecientemente demandados y los problemas administrativos. Si la situación es así ahora si sigue aumentando la población estudiantil es evidente que tenderá agravarse.

El aumentar los ingresos parece ser la única prioridad de nuestras autoridades en nuestro tiempo. Cualquier otro criterio y objetivo se supedita a este fin. Y parece que la calidad académica y nuestro propio prestigio estarían quedando relegados, como en cualquier universidad empresa. Como muestra de ello podría verse en el caso de ese terreno al lado del centro cultural. Se barajaba la idea de construir ahí edificios para albergar cursos de maestría de nuestra universidad ¿Qué se ha hecho con él ahora? Venderlo para construir oficinas y alquilarlas. Esto parece ser una de tantas manifestaciones de ese espíritu para el que el dinero es un fin y no un medio. Nuestro fin como institución es crecer, no simplemente ganar más. Aparte, si aumenta la población estudiantil se necesitarán siempre más recursos, más infraestructura, más profesores, más personal, por eso mismo más ingresos. Y que nos queda ahí: básicamente o subir las pensiones o seguir aumentando la población y generando más demandas ¿Se necesita ser especialmente brillante para ver que con eso se está generando un círculo vicioso?

Que yo sepa las grandes de estudio, las verdaderamente prestigiosas ni se llenan de estudiantes ni tienen como prioridad hacer dinero. Y eso es lo que muchas veces las diferencian de una universidad empresa o de una pública de mala calidad. En todo caso puede ser que esté siendo demasiado pesimista. Tal vez los planes de nuestra universidad funcionen y nos aseguren un futuro tan o más brillante que nuestra historia en las últimas décadas. Pero me reservo el derecho a dudar. Y desearía que decisiones tan importantes, que impactan tanto en nuestra vida como institución y que pueden causar malestar entre alumnos y profesores se debatiesen más antes de tomarse. No creo que es algo que deba salir directamente del pequeño círculo de la asamblea universitaria en donde predominan el rectores, los vicerectores y directores académicos. Sería sano que este asunto pasara por una discusión mucho más amplia que implique a sectores amplios y que, si es posible, sea revisado por la asamblea universitaria, que es sin duda una institución más representativa.

Desde este espacio y como representante de Letras, la unidad afectada por esta medida cumpliré con mi deber de promover este debate y de informarle sobre el tema. En este sentido, durante estas vacaciones estaré trabajando para que otros cuerpos estudiantiles se pronuncien y fijen una posición definida sobre el tema. Se está definiendo nuestro futuro como institución, nosotros somos quienes la sostenemos como institución y tenemos derecho a hacer oír nuestra voz en la decisión que se tome.