domingo, 24 de mayo de 2009

Lejos del consenso: los estudiantes en la asamblea universitaria, el rectorado y la reestructuración del consejo universitario


El 31 de marzo tuvo lugar la última sesión de la actual asamblea universitaria (2008-2009), la cual clausura el rectorado de Luis Guzmán Barrón. Durante esta se discutieron y aprobaron reformas en el estatuto de la universidad que cambian la composición del consejo universitario. Este suceso trajo a colación las reivindicaciones estudiantiles por mayor participación en la toma de decisiones y el controvertido estilo de nuestros representantes. En el siguiente texto comentaré estos eventos.


Unas breves definiciones. La asamblea, el consejo universitario y los REAs


Probablemente la mayoría de los lectores desconoce en qué consiste la asamblea universitaria y nuestros mecanismos de representación a través de los representantes estudiantiles (REA). Por ello y, dado que se acercan las elecciones de estos representantes, haré una breve explicación para introducir la problemática:

De acuerdo con el estatuto de la universidad, la asamblea universitaria es aproximadamente el equivalente de nuestro congreso. Está compuesta por 75 representantes de los profesores, la Iglesia y los estudiantes. Por nuestra parte tenemos 25 asambleístas (REAs), o sea un tercio. Sin embargo, la asamblea tiene, por lo general, atribuciones bastante limitadas. Se reúne apenas una vez por ciclo y toma decisiones de carácter general como pronunciarse sobre la memoria del rectorado, elegir al comité electoral o aprobar los planes multianuales. Asimismo elige cada 5 años al rector y realiza reformas al estatuto (que en los últimos años se han hecho más frecuentes). Los poderes efectivos están concentrados en el consejo universitario. Este cuerpo colegiado toma en el transcurso de sus sesiones (dos al mes) muchas de las decisiones importantes para la marcha de la universidad. Hasta la presente reforma estaba compuesto de 18 miembros: el rector, dos vicerrectores, seis directores académicos, cinco decanos, tres estudiantes y un representante de los graduados. Los directores académicos, funcionarios nombrados por el rector, y los vicerrectores casi siempre se alinean con éste a la hora del voto, garantizándole una mayoría efectiva en el consejo. Los estudiantes (quienes son, tácitamente, líderes de sus bancadas en la asamblea) asumen la función de incorporar las propuestas del alumnado en la agenda del consejo y de informar a sus compañeros sobre la marcha de la universidad.


Crónica de un fracaso


Al final del período de los actuales REAs (2008-2009), se votó la reorganización del consejo a raíz de una fallida propuesta de varios de nuestros representantes para implantar el tercio en este cuerpo, que llevó a la formación de una comisión que debía llegar a una solución de compromiso. En la propuesta final los estudiantes ganamos un asiento en el consejo (de tres a cuatro integrantes) y se incorporó a un jefe de departamento. Sin embargo la creación de un nuevo vicerrectorado y de la Dirección Académica de Relaciones Institucionales (DARI) llevó a que el balance de poder no se modificara sustancialmente. La nueva composición es pues: el rector, tres vicerrectores, seis directores académicos, cinco decanos, un jefe de departamento, cuatro estudiantes y un graduado. Ahora bien, no hay que ser completamente pesimistas: el rector no ha incrementado su cuota de poder, si bien esta aún es exorbitante, ha disminuido en una cabeza… de ahora en adelante necesitará al menos de un voto para imponer su voluntad.


El debate que tuvo lugar entre los REAs previo al debate de la modificación del estatuto y su posterior actuación durante la votación es bastante revelador de la vida política universitaria que se perfila, al menos desde mi perspectiva, crecientemente turbulenta. A propuesta de la consejera universitaria Diana Rodríguez (independiente), los representantes estudiantiles tuvieron dos reuniones previas a la Asamblea donde se votó la reforma del estatuto. En ellas se debatirían los dos puntos de la reforma del estatuto: la creación de la DARI y la nueva composición del consejo. Sobre el primer punto se acordó unánimemente votar en contra, sobre el segundo se decidió dejar en actas la disconformidad con el voto de los directores académicos en el consejo universitario. A la primera reunión asistieron trece REAs y a la segunda acudieron nueve. El acuerdo fue suscrito por todos los asistentes y ninguno de los REAs que no asistieron se pronunció en contra.


Durante la sesión de la asamblea los oradores que presentaron la postura estudiantil fueron Diana Rodríguez, a cargo de la oposición a la creación de la DARI y el consejero universitario Mariano Peró (UNES), a cargo de dejar constancia de la disconformidad con la composición del consejo. Sin embargo el segundo omitió toda expresión crítica en su intervención a pesar de haber participado en la reunión previa. Ante el reclamo de sus colegas el REA e integrante de UNES Vicente Avalos (quien también asistió a dicha reunión) aclaró que no todos los estudiantes en la asamblea compartían la oposición a las propuestas del rector. Al final, solo tres REAs votaron del modo acordado y una se abstuvo. Sumando tan sólo el voto contrario de tres profesores, la propuesta fue fácilmente derrotada.


Balances sobre la reestructuración


Quizás la postura de REAs como Diana Rodríguez que propugna el tercio pleno en el consejo universitario sea excesivamente radical. Al respecto existe un malentendido que circula entre la opinión estudiantil según el cual los alumnos habrían tenido alguna vez ese tercio y lo habrían perdido en los 90 a raíz de la incorporación de directores académicos directamente nombrados por el rector. Esto es un equívoco que debe ser aclarado: los estudiantes ganaron acceso al consejo universitario con el estatuto de 1968 (elaborado durante el rectorado de McGregor ajustándose a la ley 17437 de universidades de 1960) con apenas dos asientos, que fueron aumentados a tres en el estatuto de 1984 (el cual fue a su vez hecho para ajustarse a la ley 23737 de universidades de1983). Con la actual reforma que aumenta a cuatro los representantes se hace el primer incremento en 25 años y pasamos a conformar un quinto del Consejo. El ingreso de directores académicos a este cuerpo tuvo lugar con el estatuto de 1968. En estos 40 años no habido incremento en su número. Por otra parte, la incorporación de directores académicos al consejo universitario tuvo una lógica válida en su momento. Lo que se buscaba, tanto en la PUCP como en otras universidades, era limitar el poder de los decanos. Hasta ese momento todos tenían participación en el consejo, en el que eran mayoría. Además en sus facultades tenían tales atribuciones que tendían a volverse pequeños feudos. Con ese mismo criterio fue que se redujo el período de los decanos a tres años y se crearon los departamentos (que cumplen con las funciones administrativas y relegando a los decanatos a las académicas). Frente a toda esta evidencia considero que no debe primar una visión pesimista de esta reforma. El tercio en todas las instancias es, en el mejor de los casos, un ideal, y los ideales no se logran de golpe sino que son el producto de una serie de avances que, vistos individualmente, pueden parecer modestos.


Lo anterior no me impide considerar que la creación de la DARI es completamente innecesaria, ya que sus funciones son cumplidas por las oficinas de Protocolo, Relaciones Internacionales y Cooperación, Imagen Institucional, y la Dirección de Comunicación Institucional. Se trata claramente de una maniobra del rectorado para mantener su influencia en el consejo y la oposición de los REA ha sido legítima.


Lo que se viene…



La próxima asamblea, para la cual se postulan cerca de 100 candidatos, seguramente estará dominada por movimientos o alianzas estudiantiles de distinto signo. Esto posiblemente redunde en la existencia de bancadas con una actuación más disciplinada (pudiendo negociar en conjunto con otros REA a través de voceros) pero a la vez es muy probable que crezca la fragmentación. Al existir la posibilidad de una representación estudiantil dominada por los partidos (cuyos miembros tienen visiones del mundo a veces contrapuestas y compiten por avanzar los intereses de sus organizaciones dentro y fuera de la universidad) estimo que se dificultará la toma de posiciones de consenso. El independiente tiene pocas oportunidades en este esquema (posiblemente será absorbido por alguna agrupación de ser electo), lo cual significa que el estudiante de buena voluntad (aunque exhibicionistas no falten) que no tiene interés de unirse a los círculos de la política partidista, quedará crecientemente excluido. Es una situación que nos lleva a prever que la Asamblea del periodo 2009-2010 puede convertirse en un escenario más de la disputa entre las facciones de la política universitaria.


Para hacer frente a la nueva coyuntura entre los próximos REAs (entre quienes espero encontrarme dado que estoy lanzándome) hago desde ya algunas propuestas que espero que consigan mayor consenso que la posición ante la reestructuración analizada: el voto secreto en la asamblea universitaria (que prevendrá la manipulación de los REAs y permitirá un voto libre de parte de los profesores que serán así menos dependientes de la voluntad rectoral) y la instalación de una junta de portavoces de los grupos estudiantiles representados en la asamblea. Cada grupo tendría un vocero (que no sería necesariamente su consejero universitario sino el que muestre mayor capacidad de diálogo) y en reuniones previas a las votaciones de la asamblea definirían de antemano la forma en que votará el grupo. Estos acuerdos tendrán que ser anunciados públicamente. Así se optimizará nuestra labor parlamentaria y no habrá lugar para desagradables maniobras que solo resquebrajan la imagen de nuestros voceros.

sábado, 23 de mayo de 2009

La muralla de papel: bienvenida la celeridad en el proceso de matrícula estudiantil


Las semanas en que se reinician las clases son un buen momento para darle la bienvenida a los contingentes de estudiantes que vuelven con la expectativa de los cursos que los esperan. Naturalmente esperamos que hayan disfrutado con especial intensidad sus últimos días de vacaciones. Sin embargo, para no pocos la última quincena de esparcimiento se ha convertido en un calvario. El motivo de ello es el proceso de matrícula y la compleja serie de gestiones e instancias que implica. Me referiré a mi propio caso, que sólo ilustra el de muchos compañeros igualmente entrampados en esta maraña.


Imagínense estar egresando de Estudios Generales a la facultad, hacerlo con las notas más altas y habiendo cubierto en 4 ciclos más créditos de los requeridos… y darse con la sorpresa de que, en la matrícula virtual eres expulsado de las vacantes en cuanto horario te inscribes. No me explicaba a que se debía esta exclusión. Lo primero que temí es que mi preinscripción había fallado debido a una sobrecarga del sistema. Recordaba ha
berme prematriculado en 7 cursos pero no figuraba un sólo crédito. Tampoco estaba atrasado en mis pagos. Era sin duda una situación muy extraña. Tras consultar al secretario académico de la facultad a la que debía entrar me di con una sorpresa mayúscula: faltando dos semanas para el inicio de clases no había pasado a facultad, seguía en Estudios Generales Letras. La razón era que me faltaba el certificado de inglés del centro de idiomas. Resulta que la universidad exige que todo el que pase a facultad acredite saber inglés.

Por ello el ciclo pasado estuvieron publicitando un examen de esta lengua (o en su defecto la entrega de un certificado de conocimientos) para quienes pasaban a facultad. A pesar de ello el proceso no quedaba muy claro y en mi caso no pude llegar a distinguir si era para todos o sólo para quienes habían desaprobado la sección de ingles del examen de ingreso. El 24 de febrero –día de inicio de la matrícula- había vencido el plazo para entregar los certificados. Como resultado, todos aquellos que no tuvimos la fortuna de comprender la naturaleza del proceso quedábamos en una especie de limbo académico. Una gran ironía pues no solo tenía un consolidado curricular respaldando mi solvencia académica sino que mi inglés es fluido y tengo dos certificados que lo demuestran.

Afortunadamente pude apelar al decano de Letras e iniciar gestiones para que el centro de idiomas admitiese como válidos mis certificados. Digo afortunadamente porque al poco tiempo el decano salió de viaje por una semana. Tuve que recurrir a los buenos oficios de las secretarías académicas, que, a decir verdad, actuaron con celeridad. Pero esto no es todo, faltando una semana para el inicio de clases me encontré con que era eliminado de los pocos cursos donde había conseguido vacantes porque el sistema sólo elimina a los candidatos cuando culmina la matrícula virtual. Finalmente y tras una serie de arduas gestiones por parte de la secretaría académica de Letras para convencer al Centro de Idiomas de aceptar como válidos mis certificados de inglés conseguí inscribirme en seis cursos en la matricula presencial el miércoles de la última semana previa al inicio de clases. Se trató en propiedad de ser salvado por la campana.

Tal vez algunos consideren banal este relato. El problema al que me refiero, no obstante, es importante. Los procesos de matrícula son su expresión más dramática, pero en general los estudiantes de la PUCP estamos sometidos a una serie de procedimientos burocráticos que nos complican la vida (matrículas, pruebas extra-académicas, inscripciones, boletas, entrega de certificados) y, aún más, paralizan numerosas iniciativas (como las trabas a la difusión de esta publicación) y constituyen, a menudo, una auténtica muralla de papel. En el caso concreto de la matrícula considero que los puntos críticos son: los plazos rígidos para egresar de la facultad y adelantar cursos, la dispersión de instancias a las que se debe acudir, la falta de difusión e información clara sobre los requisitos para el proceso.

Agregaría como problemas secundarios (aunque no menos graves) las fallas informáticas que hacen creer a los estudiantes que han obtenido vacantes cuando en realidad no pueden matricularse y los cruces de horarios (agravados en los casos en que existan prácticas) que llevan al alumno a seleccionar combinaciones sumamente engorrosas. En estos momentos no tengo una respuesta clara para estos problemas (sobretodo para los segundos), me limito a plantearlos a la espera de que en un futuro nuestras autoridades tomen medidas al respecto y los estudiantes planteemos propuestas en ese sentido. Es más, tengo noticia de que en una facultad como Estudios Generales Ciencias no se da apoyo a alumnos que se retrasan con sus trámites. Hay, en suma, muchos ángulos desde los cuales criticar este estado de cosas que fustigan a todos los estudiantes y que traban a aquellos que quieren hacer algo por enriquecer la vida universitaria.

Artículo publicado en El Estandar Social el 4 de mayo del 2008.