sábado, 23 de mayo de 2009

La muralla de papel: bienvenida la celeridad en el proceso de matrícula estudiantil


Las semanas en que se reinician las clases son un buen momento para darle la bienvenida a los contingentes de estudiantes que vuelven con la expectativa de los cursos que los esperan. Naturalmente esperamos que hayan disfrutado con especial intensidad sus últimos días de vacaciones. Sin embargo, para no pocos la última quincena de esparcimiento se ha convertido en un calvario. El motivo de ello es el proceso de matrícula y la compleja serie de gestiones e instancias que implica. Me referiré a mi propio caso, que sólo ilustra el de muchos compañeros igualmente entrampados en esta maraña.


Imagínense estar egresando de Estudios Generales a la facultad, hacerlo con las notas más altas y habiendo cubierto en 4 ciclos más créditos de los requeridos… y darse con la sorpresa de que, en la matrícula virtual eres expulsado de las vacantes en cuanto horario te inscribes. No me explicaba a que se debía esta exclusión. Lo primero que temí es que mi preinscripción había fallado debido a una sobrecarga del sistema. Recordaba ha
berme prematriculado en 7 cursos pero no figuraba un sólo crédito. Tampoco estaba atrasado en mis pagos. Era sin duda una situación muy extraña. Tras consultar al secretario académico de la facultad a la que debía entrar me di con una sorpresa mayúscula: faltando dos semanas para el inicio de clases no había pasado a facultad, seguía en Estudios Generales Letras. La razón era que me faltaba el certificado de inglés del centro de idiomas. Resulta que la universidad exige que todo el que pase a facultad acredite saber inglés.

Por ello el ciclo pasado estuvieron publicitando un examen de esta lengua (o en su defecto la entrega de un certificado de conocimientos) para quienes pasaban a facultad. A pesar de ello el proceso no quedaba muy claro y en mi caso no pude llegar a distinguir si era para todos o sólo para quienes habían desaprobado la sección de ingles del examen de ingreso. El 24 de febrero –día de inicio de la matrícula- había vencido el plazo para entregar los certificados. Como resultado, todos aquellos que no tuvimos la fortuna de comprender la naturaleza del proceso quedábamos en una especie de limbo académico. Una gran ironía pues no solo tenía un consolidado curricular respaldando mi solvencia académica sino que mi inglés es fluido y tengo dos certificados que lo demuestran.

Afortunadamente pude apelar al decano de Letras e iniciar gestiones para que el centro de idiomas admitiese como válidos mis certificados. Digo afortunadamente porque al poco tiempo el decano salió de viaje por una semana. Tuve que recurrir a los buenos oficios de las secretarías académicas, que, a decir verdad, actuaron con celeridad. Pero esto no es todo, faltando una semana para el inicio de clases me encontré con que era eliminado de los pocos cursos donde había conseguido vacantes porque el sistema sólo elimina a los candidatos cuando culmina la matrícula virtual. Finalmente y tras una serie de arduas gestiones por parte de la secretaría académica de Letras para convencer al Centro de Idiomas de aceptar como válidos mis certificados de inglés conseguí inscribirme en seis cursos en la matricula presencial el miércoles de la última semana previa al inicio de clases. Se trató en propiedad de ser salvado por la campana.

Tal vez algunos consideren banal este relato. El problema al que me refiero, no obstante, es importante. Los procesos de matrícula son su expresión más dramática, pero en general los estudiantes de la PUCP estamos sometidos a una serie de procedimientos burocráticos que nos complican la vida (matrículas, pruebas extra-académicas, inscripciones, boletas, entrega de certificados) y, aún más, paralizan numerosas iniciativas (como las trabas a la difusión de esta publicación) y constituyen, a menudo, una auténtica muralla de papel. En el caso concreto de la matrícula considero que los puntos críticos son: los plazos rígidos para egresar de la facultad y adelantar cursos, la dispersión de instancias a las que se debe acudir, la falta de difusión e información clara sobre los requisitos para el proceso.

Agregaría como problemas secundarios (aunque no menos graves) las fallas informáticas que hacen creer a los estudiantes que han obtenido vacantes cuando en realidad no pueden matricularse y los cruces de horarios (agravados en los casos en que existan prácticas) que llevan al alumno a seleccionar combinaciones sumamente engorrosas. En estos momentos no tengo una respuesta clara para estos problemas (sobretodo para los segundos), me limito a plantearlos a la espera de que en un futuro nuestras autoridades tomen medidas al respecto y los estudiantes planteemos propuestas en ese sentido. Es más, tengo noticia de que en una facultad como Estudios Generales Ciencias no se da apoyo a alumnos que se retrasan con sus trámites. Hay, en suma, muchos ángulos desde los cuales criticar este estado de cosas que fustigan a todos los estudiantes y que traban a aquellos que quieren hacer algo por enriquecer la vida universitaria.

Artículo publicado en El Estandar Social el 4 de mayo del 2008.

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